Para mí siempre han sido "rebecas" y digo "siempre" con conocimiento de causa, pues forman parte de mi armario desde que tengo uso de razón. Las primeras que recuerdo me las hizo mi madre y por entonces, eran más bien "toreras" o "toreritas" dado el tamaño de mi cuerpo.
Ahora se hacen llamar "cárdigans", boleros o chaquetas de punto. En cualquier caso, estoy casi segura de que son mi prenda por excelencia, sobre todo en primavera. Su característica principal es que se abren por delante, en mayor o menor medida, en función de las circunstancias.
Las podemos encontrar cortas o largas; holgadas, oversize o entalladas; de rayas, con rombos o cuadros; en punto de encaje, en punto de arroz, en punto de canalé... pero mi debilidad son aquellas de punto calado o crochet.
Todas, absolutamente todas las que se me pasan por la mente, tienen ese aire retro y lady a la vez, del que os hablaba la semana pasada, a propósito de la película Amélie.
En primer lugar, me remiten a la infancia y adquieren cierto estilo naif. Si además las combinamos con un vestido corto con un estampado especial, el efecto será redondo.
En segundo lugar, me remiten a mi época de estudiante y entonces se me aparecen en su modo comfy. Son enooormes, calentitas y lo cubren todo.
Por último, y con miras a la próxima primavera, las rebecas despierta mi lado más femenino. En este caso, son pegaditas, más bien cortas y coquetas. ¿Lo ideal? combinarlas con una falda midi y en mi opinión, un par de zapatillas deportivas -como diría mi querida Fashiopatía - recurriendo a la regla de la compensación.
¿Por qué estilo te decantas tú hoy?
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